¿Cómo crees que sería trabajar para un proyecto que puede perdurar muchos años, tiene un impacto significativo en la sociedad y te da la oportunidad de cambiar positivamente muchas vidas? Estoy seguro, sí, de que todos nos sentiríamos más que satisfechos, felices.
¿Cómo crees que sería trabajar para un proyecto que puede perdurar muchos años, tiene un impacto significativo en la sociedad y te da la oportunidad de cambiar positivamente muchas vidas? Estoy seguro, sí, de que todos nos sentiríamos más que satisfechos, felices.
Simon Sinek, en su último libro, “El juego infinito”, nos habla de la diferencia entre los juegos infinitos – aquellos en los que merece la pena jugar por el hecho de jugar y colaborar en él, como el proyecto descrito anteriormente – y los juegos finitos, que nos llevan a luchar por ganar, siempre temporalmente, aumentan nuestra dopamina y nos ponen a competir sana o insanamente con los demás. En los segundos, con el pensamiento finito, nos dirá Sinek, “preguntaremos «¿qué es mejor para mí?»”, mientras que, en los primeros, la preguntar será «¿qué es mejor para nosotros?». Esa es la mentalidad infinita, o de abundancia que a mi me gusta señalar.
Pienso que entendemos, por default, que los juegos que jugamos son finitos, que hemos de ganarlos, y al tiempo, debemos de ganar a los demás mientras competimos. En cambio, en los juegos infinitos, “la motivación al jugar – apuntará Sinek – no es ganar, sino seguir jugando”. Por mi parte, y con el permiso del escritor y speaker inglés, lo resumiría de otra manera: en los juegos infinitos también jugamos para ganar, pero desde otros términos, sobre otro paradigma, con otras reglas: queremos ganar para algo más importante que nosotros mismos, un propósito inclusivo, una causa, causa que ofrezca valor para todos aquellos que quieran participar, y un lugar donde la competición insana se transforme en colaboración efectiva. Así, las empresa, los negocios y la misma economía, buscarán el beneficio de cliente – interno y externo – y no solo el cortoplacismo del recurso económico para el accionista. Frente al próximo beneficio, daremos prioridad al beneficio más allá de lo próximo.
Esos juegos infinitos, se definirán por la adopción de cinco prácticas esenciales:
1.Una causa justa: “una visión concreta de un estado futuro que todavía no existe. Es un futuro estado tan atractivo que la gente está dispuesta a hacer sacrificios para ayudar a que se avance hacia esa visión”.
La causa justa estará en el futuro y será a favor de algo: será lo suficientemente tangible para poder desarrollarla con compromiso y coherencia; incluirá a todos los que deseen contribuir y estará orientada al servicio; su lugar estará más allá de nuestros productos o servicios, resiliente frente a los cambios; y, por último, será un ideal, una razón de ser, no un output o resultado.
2.Construir equipos de confianza. Equipos donde nos sintamos seguros cuando nos expresamos y podamos ser nosotros mismos. Un lugar donde fluya la información, se acepten los errores como posibilidades de mejora, y donde puedas ser vulnerable.
3.Estudiar a los dignos rivales. “Tenemos que dejar de pensar que los demás jugadores son contrincantes a los que hay que ganar -seguirá diciendo Sinek -. Debemos considerar que son Dignos Rivales que nos pueden ayudar a convertirnos en mejores jugadores”.
La mejora a través de nuestros rivales, que nos llega desde la humildad y el aprendizaje. Como mejor tenista es Rafa Nadal gracias a Roger Federer, y viceversa, nosotros podemos ser mejores… profesionales, líderes, mejores padres, porque tenemos a alguien de quien aprender. “La competencia tradicional nos obliga a adoptar una actitud de ganar. Un Digno Rival nos inspira a adoptar una actitud de mejora”.
4.Prepararse para la flexibilidad existencial. La Flexibilidad Existencial es la capacidad de aplicar una disrupción extrema a un modelo de negocio o curso estratégico para promover una Causa Justa de forma más efectiva.
Se trata de ser capaces de renunciar a nuestra estrategia o, incluso, modelo de negocio, si éstas son un obstáculo o limitación para seguir avanzando hacia nuestra causa. Y ahí nos encontraremos a las empresas verdaderamente disruptivas frente a las que se se conforman con adaptarse a los cambios.
5.Demostrar la valentía para liderar. Que no será otra cosa, según el autor, que “la voluntad de asumir riesgos por el bien de un futuro desconocido”. Y tener la valentía de poner a las personas por delante de los resultados, nos pondrá en el tablero del juego infinito, como la apuesta a largo plazo por el proyecto y no sólo por el número del trimestre inmediato.
Muchas veces, quizá no podremos elegir el juego que jugamos, pero sí la mentalidad con la que lo jugamos. “Vivir la vida con una mentalidad infinita significa responsabilizarse del impacto futuro de las decisiones que tomamos ahora”.
Suelo decir que cuando compro un libro, compro ideas que me inspiren a cambiar, que me ayuden entender y me den argumentos para explicar. Y este libro, ¡tiene todo ello! Muchas gracias, una vez más, Simon Sinek.
Mencionado por los historiadores y por sus enemigos como uno de los más grandes generales de la historia universal, Aníbal Barca, el General del ejército cartaginés, el vencedor de legiones, ejércitos y numerosos cónsules romanos, quien llegó a desafiar a la propia ciudad de Roma y a sus habitantes durante la segunda guerra púnica, hubo de hacer frente a numerosos imposibles. Quizá, uno de los más relevantes, fue trasladar a todo su ejército, elefantes incluidos, por la cadena de montañas de los Alpes.
Y en ese enorme desafío de traspasar los Alpes para conquistar el norte de Italia, ahora se encontraba allí, frente a un muro de hielo que les impedía el paso y hacía añicos la voluntad y ánimo de su ejército. Permítanme que transcriba el texto:
“(Era) un muro infranqueable. Aníbal se quedó observando aquella muralla de la naturaleza, sin ladrillos, sin grietas, impenetrable, imperturbable e indiferente a los hombres, a sus ejércitos y sus luchas. Ante ellos, los dioses interponían el obstáculo definitivo. Aníbal se volvió hacia sus soldados y los contempló agotados, muchos de ellos sentados sobre la nieve, entre aturdidos y desahuciados, observando con estupor aquel muro que se alzaba ante ellos. Habría preferido un muro de hombres o un ejército de salvajes o las tropas consulares de Roma. Todo aquello contra lo que estaban entrenados para luchar, pero ¿cómo vencer al invierno, cómo superar aquella muralla de hielo? (…)
El general se vuelve hacia sus oficiales y hacia sus soldados. Sus palabras resuenan entre los ecos de las paredes de aquel estrecho paso y las laderas escarpadas de aquellas montañas engrandecen su voz. Los hombres le escuchan entre sorprendidos, anhelantes y admirados.
—¡Vosotros no sois mis soldados, no sois mi ejército, sois mucho más que todo eso! ¡Vosotros me habéis seguido por Iberia hasta conquistar todos los territorios de aquella vasta región! ¡Me seguisteis incluso cuando la lucha era imposible! ¡Y luego habéis formado parte de la mayor expedición que nunca jamás se atrevió a lanzarse sobre nuestro enemigo sempiterno! ¡Los romanos nos temen, nos odian porque nos temen y sólo confían en sus dioses para salvarse! ¡Las legiones… no tememos a las legiones! ¡Cruzamos el Ebro y doblegamos sus posiciones y las de sus aliados! ¡Allí, tras esta pared de hielo, está la península itálica, con sus valles fértiles, con todas las riquezas sometidas a Roma y que sólo aguardan para ser nuestras! Y yo me pregunto… me pregunto, ¡os digo! ¿Hemos cruzado tantos ríos, tantas montañas y luchado contra tantos pueblos para doblar nuestro ánimo ante una muralla de hielo? (…) ¿Qué se interpone ahora entre nosotros y Roma, entre nuestras fuerzas y sus legiones confiadas, entre nuestra victoria y su “debilidad? Sólo una muralla sin defensores, fría, silenciosa! ¡Y yo os pregunto…, os pregunto ¡a todos! ¿Fuisteis capaces de escalar las murallas de Sagunto, de cruzar el Tajo o el Ródano y acabar con los que se oponían a vuestros esfuerzos y no seréis capaces de derribar una muralla sin defensas, un muro que no dispone de ejército para defenderse?
Los soldados cartagineses escuchan con la boca abierta, atentos a cada palabra de su líder. Al fin una garganta aislada rompe el trance de sus compañeros.
—¡Sí, sí seremos capaces, mi general!”
Tal era la intensidad del gigantesco vocerío engrandecido mil veces por los ecos de las montañas que los rodeaban que la pared de hielo y roca tembló, desgajándose ligeramente, de forma que una grieta surgió desde los pies de Aníbal y como un relámpago ascendió zigzagueante hasta alcanzar la cúspide de la pared.”
Este pasaje de la hazaña de Aníbal, descrita de manera magnífica por Santiago Posteguillo en su Trilogía Africanus, nos muestra un líder, a su ejército, y dos terribles obstáculos: la muralla de hielo y la creencia de la imposibilidad para derribarla. Sin darse cuenta, ni siquiera proponérselo, el decaído pero valiente ejército, al alzar su voz y lanzar su grito de aceptación del desafío, encontró el camino para resquebrajar ambos muros: el mental y el de hielo y, a partir de ahí, los siguientes pasos fueron más una continuación de lo comenzado que un nuevo camino de lucha y desafío.
Este episodio, me hacía reflexionar y pensar que, frente a un problema, cuántas veces, tenemos que vencer ese doble muro: el problema externo y nuestra falta de fe, convicción o motivación. Me ayuda la imagen del muro y ver cómo se resquebraja cuando empezamos a gritar “sí, puedo”. Después, vendrá tomar el pico y la pala, arremangarnos y hacer nuestro mejor esfuerzo, empujar, tirar, derribar más obstáculos, pero sin el comienzo, no hay final ni historia exitosa. No se con cuántos muros podremos, pero estoy seguro de que con algunos más que si no lanzamos ese grito. “¡Sí, seremos capaces, mi general!”, dijeron ellos. Y cuantos más lo gritemos, juntos, más fácil será.
Cuentan que un viajero, después de visitar varias veces en el Oriente unos maravillosos campos, observó que no crecía ninguna planta o árbol. Preguntó, entonces, a un anciano del lugar si no eran aquellas tierras igual de fértiles que las que él conocía. El anciano le respondió que, por supuesto, eran fértiles. Le dijo que había plantado, desde hace más de seis años, un bosque de bambús, que cuidaba y regaba amorosamente.
El visitante se volvió a extrañar de no ver los frutos de esa siembra y cuidado, pero pensó que el anciano no le estaba respondiendo con la verdad así que, de nuevo, siguió su camino.
Unos meses después, de regreso por las mismas tierras, el visitante quedó ahora sorprendido por encontrar un frondoso bosque de bambús, en el mismo lugar donde no había visto nada meses atrás. Volvió, entonces, al anciano a preguntarle por lo que él consideraba un milagro.
-¿Qué ha sucedido, anciano? ¿Cómo es posible hoy esta belleza donde ayer no había nada?
-Ya le dije, amigo – le respondió el anciano -, claro que sí había algo: la siembra y trabajo de varios años. Y es que cuando plantas el bambú, durante los primeros años no notas nada porque la planta está creciendo hacia dentro. Pero cuando llega el séptimo año, la planta empieza a crecer a lo alto y, en unas semanas, puede alcanzar una altura de hasta treinta metros. Y eso es lo que ve ahora.
El visitante, después de charlar con el anciano y, mientas se alejaba, no dejaba de admirar la belleza de aquel milagroso bosque. Ahora, continuó su camino con una nueva lección aprendida: «los milagros» son fruto del trabajo cuidadoso y constante y, algunos frutos, necesitan algo más de tiempo.
Recordaba esta antigua historia japonesa al leer estos días sobre resiliencia y subrayar una frase de Boris Cyrulnik: “En el momento del traumatismo no se ve sino la herida, claro. Solo mucho tiempo después podrá hablarse de resiliencia”. Es decir, después de un tiempo, como en tantos casos, y siempre en el ámbito del desarrollo humano, después de persistencia y esfuerzo, podemos ver los frutos. En este caso, los frutos del trabajo sobre nuestra resiliencia.
Estas reflexiones me llevaban a pensar hoy, pasados ya más de dos meses de confinamiento, adversidad y lucha contra la pandemia, si podremos ver ya algunos frutos en nuestro crecimiento personal, aunque sean pequeños. Un hábito se forja a través del tiempo, y parece ser que han de pasar unos sesenta y seis días para que el comportamiento se automatice, así que ya estaríamos en condiciones de preguntarnos: ¿qué nuevos hábitos tenemos?, ¿qué hemos ganado en estos días de encierro?, ¿en qué hemos estado trabajando para conseguir algo nuevo de nosotros mismos y poder ofrecérselo a los demás? Por mi parte pensaba en la familia, mi esposa, mis amigos, mi paz, mi trabajo, mi fe… ¿cuánto he crecido en estos ámbitos? Y he sacado mis propias conclusiones.
Pienso que estos interrogantes nos devuelven al camino de nuestra resiliencia. Y, vistos los frutos, podemos volver a las preguntas esenciales: ¿de verdad quiero aprovechar esta situación para crecer?, ¿dónde voy a seguir desarrollando nuevas habilidades?, ¿quién quiero ser cuando termine esta época de dificultad? Permíteme actuar de nuevo de Pepito Grillo y, de nuevo, preguntare: ¿creció ya tu semilla o vas a plantar una nueva?
Siguen pasando los días y las semanas, y la mayoría seguimos trabajando en casa. Hemos querido decir que estamos en un momento de home office, si bien creo que hay muchas diferencias entre el home office y trabajar desde casa por una pandemia, empezando porque es un home office compartido con el resto de nuestros seres queridos, incluidos los más chicos con sus coles, y eso, en muchos casos, se que lo está haciendo más complicado.
En cualquier caso, nuestro trabajo lo desarrollamos a distancia, en remoto, y sin la atenta supervisión de un jefe. Y esto se puede ver desde dos perspectivas: aquellos que piensan que han ganado en autonomía, dejando atrás la supervisión estricta y el control; y aquellos que echan de menos la instrucción, la posibilidad de acercamiento a otros para tomar una decisión y, muchas veces, la mano ajena de la que recibimos una solución. Esa doble perspectiva que nos enfrenta a un problema de dependencia o nos acerca a un espacio de autonomía y auto-gestión.
Y aquí yace ya una primera reflexión, ¿desde dónde estamos observado la situación?, ¿quizá sí estamos echando de menos esa supervisión más cercana o, por el contrario, nos sentimos cómodos en una necesaria auto-gestión?
Ser autónomo, supone poder tomar por uno mismo decisiones, asumiendo su responsabilidad, y requiere de capacidad, habilidad y actitud. Saber y tener los conocimientos y herramientas sobre lo que voy a decidir (capacidad); tener las destrezas para poder ejecutar esas decisiones (habilidad); y la voluntad y predisposición para llevarlas a cabo (actitud). Supondrá, por parte de los líderes, de haber formado y capacitado a sus equipos para esa toma de decisiones; mientras que, por parte de cada uno de nosotros, poner en marcha nuestras capacidades, conocimientos y, sobre todo, una mentalidad de accountability.
Me gusta entender que ser accountable significa no sólo dar cuenta de nuestros resultados, sino también implica adquirir un firme compromiso, sentirnos responsables y protagonistas de hacer que las cosas sucedan y los resultados se den, hacer nuestros esos resultados, y ser proactivos en su búsqueda.
Hoy, sin lugar a dudas, es nuestro momento de prueba: como líderes, para saber si hemos desarrollado en los demás esa mentalidad de autoexigencia y autonomía; y, para cualquier persona, para reconocer y explorar en nosotros mismos cómo desarrollar nuestra propia autonomía. Es nuestro momento para demostrar que podemos aportar sin que nos lo pidan: que valemos, queremos y podemos; es el tiempo de mostrar nuestro talento, y adelantarnos, sugerir y proponer ideas, soluciones, alternativas; es el momento de hacer ver que somos más que responsables y que vamos a por todas, que tenemos ganas, ilusión y pasión por hacer bien las cosas.
Como en todos los grandes equipos, en alguna ocasión te has podido sentir en la banca, y ver cómo jugaban otros. Hoy, todos estamos en la cancha de nuestra responsabilidad individual. Todos estamos jugando. Depende de ti cómo vas a correr de rápido, cómo vas a gestionar tus fuerzas y recursos, cómo vas a jugar la pelota y cómo vas a defender los intereses de tu equipo.
Esa sensación de protagonismo es lo que va a definir tu mentalidad de accountability. Y, con el ánimo de indagar y extender esa mentalidad, permíteme resumir hoy su desarrollo en estos cinco puntos:
1. Ownership: Desarrollar nuestro sentimiento de propiedad y pertenencia. Los objetivos son nuestros, la tarea, es nuestra tarea, la responsabilidad de los resultados, es nuestra. La empresa, la compañía y el equipo, por supuesto, están para apoyarnos, pero nosotros somos los dueños de nuestra parcela.
2. Propositivos: Frente a la queja o el foco en lo que no funciona, hemos de hacer especial énfasis, más en estas circunstancias, en nuestras propuestas de cómo sí hacer para que funcione. Ser capaces de ofrecer y tener la confianza para expresarnos y proponer soluciones a situaciones a las que aún es difícil de adaptarse.
3. Límites: Si hablamos de compromiso, hemos de tener claro que no nos podemos comprometer a cualquier cosa o decir que sí a cualquier compromiso. Comprometernos con todo es comprometernos con nada. Hemos de ser asertivos para poner límites y definir, o ayudar a definir prioridades, para también tener un balance de vida.
4. Proactividad. Si ser propositivos y centrarnos en las soluciones es una necesidad mayor en estos días de mayor autonomía, adelantarnos, en vez de esperar a que alguien levante la mano, será una consecuencia necesaria para asumir esa responsabilidad y hacer que las cosas sucedan. Y sucederá, siendo proactivos, gracias también a nosotros.
5. Experimentar. Todos estamos en diferentes situaciones de incertidumbre, no tenemos todas las respuestas y las soluciones que nos gustaría, y menos a la mano. Eso nos obliga a tener iniciativa, y experimentar con nuevas opciones. Probar, arriesgarnos, ser creativos, no será una opción si queremos liderar y ser capaces de ejercer nuestra autonomía.
Hoy, especialmente estos días de incertidumbre, es tiempo de valientes. Valientes que asumen, con coraje, la responsabilidad de sus propias decisiones. Tienes, tenemos, un enorme campo de pruebas para ejercer nuestra responsabilidad. El reto es aceptarla; el desafío, practicarla; el éxito, demostrarla. Ahora, debe ser tu momento.
Estos días se están librando dos batallas, dos batallas en las que estamos todos comprometidos y de las que siempre nos acordaremos: una externa, contra el virus y sus consecuencias sanitarias y económicas; y otra interna, con nosotros mismos. Esa batalla propia que libramos ustedes y yo cada día para encontrar una mejor respuesta frente a estas circunstancias, tanto en lo personal como en lo profesional. Una batalla para sentirnos mejor, para ganar en esperanza y optimismo, para salir fortalecidos. Esa batalla interna, es nuestra segunda flecha.
Hace unos días leía la historia de un maestro que preguntó a uno de sus discípulos: “¿crees que sería doloroso si te hiriera una flecha?” Aquel joven supuso que sí, que le dolería lo suficiente como para siempre tratar de evitarla. Tras la respuesta, el maestro le volvió a preguntar, “¿y si después, te alcanzara otra flecha, te dolería más?” Y tras dejar un breve silencio, continuó explicando: “en la vida, no siempre podemos evitar o controlar la primera flecha. Sin embargo, la segunda flecha es nuestra reacción a la primera. Y con esta segunda flecha viene la posibilidad de elegir”.
Nuestra reacción a la primera flecha es la segunda flecha, ¡qué interesante! Esa primera flecha vendrá representada hoy por todo aquello que no podemos controlar, que no está en nuestras manos: la pandemia, el confinamiento, los contagios, la crisis que llega…, pero después, aparece nuestra segunda flecha, nuestra respuesta, que representa la apertura a la posibilidad de elegir.
Esa posibilidad de elegir, de apartarnos de la segunda flecha o bien de gestionar la situación que ha sido provocada tras la herida, depende de cada uno de nosotros. Y en esa capacidad de elección, y ampliar nuestras posibilidades de respuesta, se basa la resiliencia.
Boris Cyrulnik, quizá el mayor experto en resiliencia, define ésta como ”el arte de navegar en los torrentes, el arte de metamorfosear el dolor para darle sentido; la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas en el alma”. El experto diferencia entre el dolor y el sufrimiento. El dolor – la primera flecha – es inevitable; el sufrimiento – la segunda flecha – es necesariamente objeto de gestión. Cómo realicemos esa gestión es lo que nos hará más o menos resilientes.
Permítanme compartirles algunas claves de las personas que están siendo más resilientes y en las que nos podemos apoyar todos nosotros:
1. Aceptación: aceptar la realidad tal cual es. Aceptando lo que sí está bajo nuestro control y lo que no. Transformando la preocupación en ocupación.
2. Compasión: tratar a los demás, y a nosotros mismos, desde el cariño y el amor. Que la exigencia o la autocrítica siempre encuentren asiento en la compasión.
3. Sentido de control: siendo conscientes de que podemos elegir, y centrándonos en aquello que sí depende de nosotros. A partir de ello y a través suyo, gestionar nuestras respuestas.
4. Agilidad emocional: ser capaces de tener apertura para gestionar de manera más inteligente nuestras emociones y, en vez de atascarnos en respuestas automáticas e inflexibles, darnos la oportunidad de ser flexibles en nuestras respuestas, emocionales, cognitivas y conductuales.
5. Perseguir un objetivo significativo: son momentos para concentrarse en quién ser en vez de en qué tener. Buscar una causa o propósito que nos mueva y reforzar unos valores que sean nuestra guía.
6. Buscar el crecimiento y aprendizaje en las situaciones más complicadas: desafiarnos a buscar el reto de ver las situaciones que estanos viviendo para un mayor desarrollo, y así crecer y aprender algo nuevo. Hacer real la frase de que nuestro antagonista es nuestro maestro.
7. Ser generadores de optimismo y esperanza: apostando por un mejor mañana posible y encontrando motivos por los que sí creer en él.
8. Apoyo social: buscar y ofrecer apoyo a los demás, especialmente a las personas más queridas, a los más cercanos, a quienes tienen algún tipo de relación con nosotros, de tal manera que seamos para ellos un factor de positividad.
Estos elementos nos apoyarán para ofrecer mejores respuestas y afrontar la adversidad desde el crecimiento y la transformación.
Que tu batalla sea la segunda flecha, y ésta sea tu mejor respuesta. De ella dependemos todos y también los que amamos. Tu resiliencia, innegablemente, será apoyo para los tuyos.
Tarde de sábado…, y como casi todas estas tardes de sábado y coronavirus, tenemos “cine en casa”. Ponemos una peli y disfrutamos de la pequeña pantalla. Esta vez pusimos “Géminis”. Había escuchado buenas críticas pero además de gustarme como peli de acción, me ha llamado la atención el mensaje de fondo. El argumento, en un momento dado, me recordó una antigua película que vi de niño y me impactó sobre manera: «Los niños del Brasil». Pero de ella ya os comentaré en otra ocasión. La película de hoy, plantea un dilema ético.
En un momento dado, uno de los protagonistas desarrolla su argumento: “(…) ¿Viste lo que pasó allí?, las atrocidades, amigos que regresaban a casa en una caja de madera. ¿Por qué aceptar eso si hay una solución mejor? (…) Podemos proteger al mundo entero sin que nadie sufra por ello”. Se refería a los horrores de la guerra. Y esa solución mejor de la que habla, mira a construir una máquina semi-humana para vencer esas batallas: alguien que no sufra pero que sea capaz de generar un terrible dolor al enemigo; alguien que sea humano, pero aprenda a no sentir y así evitar el miedo, la frustración o la tristeza; alguien que obedezca, pero no tenga la capacidad crítica para pensar sobre lo que hace y sus consecuencias. Alguien que evite más dolor, a costa de perder su humanidad. Crear alguien, en definitiva, que siga ciegamente instrucciones para que los demás podamos ser libres. El dilema ético tan viejo como la humanidad: alguien que, por un fin noble, o pretendidamente noble, se olvide de los medios empleados. Alguien que siga pensando que el fin justifica los medios. Y actúe en consecuencia.
Y, ¿por qué no? ¿Por qué no crear un monstruo omnipresente que vigile por nuestras libertades? Quizá porque habríamos creado un monstruo y eso no es bueno. Quizá porque en ese momento habríamos renunciado a esa preciada libertad. Quizá porque no es cierto que vivir prescindiendo de la libertad sea la mejor opción. Es el sueño totalitario. El sueño de creer que sólo nosotros tenemos la clave para organizar la sociedad como conviene, y prescindir de la opinión ajena. Es lo contrario de lo que es, o debería de ser, la democracia o, para mejor decir, el sistema liberal que trajo la democracia: no sólo el gobierno de la mayoría, sino el respeto por la minoría, una minoría que mañana pueda convertirse en mayoría.
Hace mucho leí en Marañón que el fin debe quedar justificado por los medios. En concreto dijo: «Ser liberal es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin». Creo que necesitamos más liberales en estos tiempos, al menos entendidos a la manera de Marañón. Y, para ello, hemos de ser capaces de la crítica, la autocrítica y la reflexión sobre nuestras equivocaciones.
Hoy, más que nunca, en esta crisis internacional, necesitamos gobernantes, líderes y autoridades; medios, influencers y comunicadores; maestros, padres y amigos, que tengan unos sólidos principios éticos, que entiendan y distingan con claridad lo que está bien de lo que está mal, lo que es cierto de lo que no lo es, y que nos enseñen y muestren la verdad, aunque a veces duela, moleste o no sea popular. En definitiva, que la libertad, la verdad y la humanidad – caridad, dirían los clásicos – formen siempre parte de los medios que empleemos para nuestros fines. ¿Y será que en esta crisis se están viendo algunos signos de autoritarismo peligrosos para nuestra libertad?
“Estás hablando de personas”. Esa es la respuesta, seca, directa y contundente que da otro de los protagonistas en Géminis: “¡sí!, de personas”. Quizá cuando seamos capaces de entender que en la naturaleza de las personas hay unos principios inquebrantables, y que la verdad y la libertad forman parte de ella, podremos superar de forma colectiva cualquier adversidad, con mayor facilidad y cohesión. Mientras tanto, dar la batalla por ambas, seguirá siendo una obligación cívica.
Según estaba trabajando esta mañana, leía algo que me ha hecho reflexionar sobre el compromiso. Es la siguiente frase del experto en negociación Max H. Bazerman: “Los que se centran más en vender en lugar de en negociar perderán oportunidades de averiguar los intereses de la otra parte y, como consecuencia, de crear valor”.
Entonces, se me fue la mente a una experiencia personal. Y es que hace un tiempo, participé en un proyecto en el que las expectativas jugaron una mala pasada a los líderes de aquella idea de negocio: quisieron vender tanto aquel cambio que, pienso sin darse cuenta, inflaron lo que la gente podría esperar de ello. Evidentemente, cuando el personal no obtuvo lo esperado, la confianza se desplomó, los equipos de desmotivaron y el compromiso se vio duramente golpeado.
Pero lo más interesante de la jugada – mala jugada – de la dirección del proyecto es que, en palabras de Bazerman, seguían “vendiendo” en vez de “negociando”. Es decir, ellos tenían tanta fe en las posibilidades de aquella idea que no fueron capaces de darse cuenta del alcance lo que su “sobreventa” había producido en sus equipos. Así que, en vez de rebajar el valor de la oferta prometida, escuchar a su gente, arrimarse a ellos para entender su perspectiva o compensarles de alguna manera, seguían insistiendo, tras reconocer algunos errores, en que el plan seguía siendo el mismo.
Pienso que la única manera de gestionar las expectativas de alguien, es conocerlas. Y la mejor forma de corregir una sobreventa, es tener la humildad de preguntar, escuchar y atender los intereses y necesidades de las personas involucradas. Al igual que no sirve de mucho ser un buen orador, sino tienes quien te escuche, no te servirá tener un buen proyecto si no tienes gente involucrada. Como diría Mark Twain, «si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, sino que primero has de evocar en los hombres el anhelo de mar libre y ancho».
Una de las grandes enseñanzas que aprendí es que la gente siempre te ofrece feedback, aunque su feedback sea estar callado, ¡y eso es un gran feedback! Así que mejor negociar, e involucrar a la gente como ellos quieren ser involucrados, que vender la necesidad de que se comprometan, desde tu interés por su compromiso.
¿Has escuchado el término: Employees experience? Es un tema ligado a la experiencia pero de forma intangible, suele confundirse con un asunto de incentivos cuando con el Employee Experience se busca mejorar la experiencia de los trabajadores desde la entrevista, el proceso de selección y la capacitación, hasta el desarrollo de sus labores –tomando como referencia el inicio de sus actividades y cuando salen de la oficina-.
La suma de todo lo que vive el trabajador en la oficina afectará directamente sus sentimientos, actitudes y comportamientos. Por eso debes cuidar a tus colaboradores. La mejor experiencia tiene que ver con escucharlos, hacerlos partícipes y procurarles lo necesario para la ejecución de sus actividades, finalmente ellos son quienes cuidarán de tus clientes y proveedores.
Si quieres ser valorado por tus clientes, primero tienes que conquistar a tu cliente No. 1: el cliente interno (el trabajador).
Líderes que inspiran experiencias: Happy Employees Experience
En mi conferencia, “líderes que inspiran experiencias: happy employees experence”, me he enfocado a generar una plática de integración con el objetivo de que los líderes de las compañías conozcan las distintas estrategias que pueden emplear para generar un mejor vínculo y compromiso con los colaboradores.
Así como es de suma importancia saber la perspectiva del cliente respecto al producto o servicio que ofreces, es importante conocer la opinión del colaborador con respecto a cómo se siente en el ambiente laboral; nunca es bueno suponer, nadie sabe cómo enriquecer la experiencia del trabajador mejor que los propios trabajadores.
Claro que el cliente siempre va a ser prioridad para las empresas, cuando el objetivo es que consuma y nos recomiende; pero ahora mira a tu alrededor, date cuenta que todo ese proceso de planificación, logística, producción, gestión y demás, no sería posible sin personas comprometidas en su trabajo, porque efectivamente “cuando preparas los alimentos con amor” al comensal le sabe más rica la comida.
¿Cómo mejorar la experiencia de los trabajadores?
Si la experiencia es la suma de todas las interacciones que un empleado tiene con su empleador, tenemos que analizar la estructura y la cultura de la organización, conocer cómo el colaborador percibe a la empresa en general y su papel en la misma.
Más específicamente, la experiencia de los trabajadores estará influenciada por tres aspectos:
a) El entorno físico en el que trabajan
b) Las herramientas y tecnologías con las que cuentan
c) El compromiso organizacional con la salud y el éxito profesional
A continuación, te comparto una breve guía para mejorar la experiencia de los trabajadores:
Escuchar activamente a los profesionales
Como bien sabemos, es importante saber qué piensan y cómo se sienten los colaboradores en el ambiente laboral, no hay necesidad de adivinar si podemos preguntar directamente a la persona que nos interesan: nuestro equipo.
Involucrarlos en el diseño y desarrollo de los planes
Pensemos “con” y no “por” ellos; no necesitamos montarnos en un papel paternalista o de superioridad, recuerda que ser líder significa trabajar en equipo y tomar la mejor decisión con apoyo y en pro de todos.
Ganar agilidad y flexibilidad ante el cambio
Tú, tu equipo y la empresa, deben dar un salto cualitativo para adaptarse de manera exponencial a todos los cambios a los que se enfrentan hoy en día las organizaciones. Recuerda: cuando algo no es flexible es más fácil que se rompa.
Cuidar la relación con los colaboradores en todas sus fases
Analiza y cuida las experiencias del profesional durante todo su ciclo de relación con la empresa, no solo durante su etapa como trabajador, sino también en su etapa previa como candidato; habrá que escucharlo no solo como trabajador sino como una persona que tiene otros problemas más allá del trabajo que desempeña.
Diseñar planes de talento personalizados
Hay que enamorar a los trabajadores como a los clientes. Al momento de diseñar estas experiencias de talento tengamos en cuenta que no es una cuestión de grandes inversiones económicas, sino de cultura de empresa: generar ambientes flexibles, fomentar el aprendizaje y las oportunidades profesionales o dotar a los trabajadores de libertad para la toma de decisiones, son algunos ejemplos que podemos poner en marcha para generar estas vivencias agradables.
Aprovechar la tecnología
La tecnología se ha convertido en una herramienta necesaria que nos proporciona esa agilidad y velocidad para superar con éxito los retos a los que nos enfrentamos. Estas soluciones tecnológicas, nos darán la capacidad de recopilar información, analizarla y personalizarla en función a las necesidades de cada colaborador.
Fomentar la innovación
Dejemos que los trabajadores sean creativos, innovadores y novedosos a la hora de ejecutar o proponer ideas. Tan solo hacerles saber que cuentan con esa libertad ofrece un enorme potencial para mejorar su satisfacción, compromiso y desempeño.
Implementar nuevas fórmulas de trabajo
La digitalización ha provocado la aparición de nuevas formas de trabajo, por ejemplo el home office. No es necesario que toda la oficina no se presente un día, pero si el trabajador lo necesita, ofrezcámosle la oportunidad de trabajar desde casa y así atenderá sus asuntos personales que necesite.
Teniendo una experiencia positiva de los trabajadores, es seguro que tendremos una experiencia positiva para el cliente.
Jeff Bezos es uno de los hombres más ricos del mundo, pero esa no es la parte más importante de esta historia, quiero contarte cómo es que obtuvo esa gran fortuna: 1 arriesgo , 2 entregó tiempo y dedicación, 3 invirtió dinero para hacer su sueño realidad y 4 aceptó reinventarse para emprender el cambio y forjar la vida que quería.
Por si no lo ubicas, Jeff Bezos es el fundador y director de Amazon. Él comenzó su carrera como ingeniero eléctrico, era evidente su interés por la informática y las facilidades que ofrece la tecnología; sacó provecho de sus conocimientos e interés para reinventarse y creó su primer negocio, la librería en línea llamada cadabra.com, un sitio que le abrió las puertas del e-commerce transformándose en el portal más importante para compra y venta por internet.
Esa gran idea de Jeff, de facilitar a las personas la compra de libros ha pasado de 2 mil visitantes diarios a millones de personas realizando compras desde la comodidad de su hogar. ¿Resolvió un problema de la sociedad? Sí, ¿cambió su vida? También, ¿valió la pena reinventarse? Te aseguro que su respuesta es sí.
Como te habrás dado cuenta, la vida está constantemente lanzando desafíos en nuestro camino, y esto aplica para todos, esto significa que nos encontramos con distintos momentos para reinventarnos y emprender el cambio, la diferencia está en quién se da cuenta y quién acepta el reto de reinventarse. Hay que verlo como una oportunidad, no como un temor que nos paraliza.
Los desafíos que te menciono pueden surgir cuando experimentamos grandes cambios, como dejar nuestro trabajo, terminar una relación, mudarnos a otro país o a un nuevo hogar, así como perder a un ser querido. Debes saber que si estás pasando por un cambio importante en tu vida te corresponde buscar y encontrar nuevas maneras de pensar y hacer las cosas, solo al arriesgar puedes alcanzar todo tu potencial.
Cada vez más las personas se atreven a dejar sus viejas y poco felices vidas, a cambio de reinventarse, basta con capacitarse para perseguir tus pasiones y encontrar un renovado entusiasmo por tu vida, créeme que esperar sentado la buena suerte no es la clave.
Para ayudarte a ubicarte en tu mejor momento, donde quiera que estés en tu vida, aquí tienes algunos pasos fáciles y consejos prácticos sobre cómo reinventarte a ti mismo. Antes de embarcarte en este viaje de auto-reinvención, asegúrate de tener todo lo necesario para que el viaje sea lo más fluido posible.
Estas son las tres palabras claves que te doy:
Resistencia
Los problemas y los obstáculos están garantizados; en el camino nos topamos con situaciones livianas o difíciles, ambas pueden desviarte del curso de tu rutina; lo importante es que aprendas de ello y nunca pierdas la concentración, después de todo siempre hay que levantarse.
Soporte
Aunque es importante que aprendas a confiar en ti mismo cuando enfrentas cualquier desafío, también es importante contar con un equipo de apoyo en el que puedas apoyarte para darte un empujón cuando las cosas se pongan demasiado difíciles, las personas en las que confías fácilmente pueden aconsejarte y corregirte cuando cometas errores.
No lo dudes, los grandes negocios vienen en pares: Bill Gates y Paul Allen, de Microsoft; Steve Jobs y Stephen Wozniac, de Apple; Larry Page y Serguéi Brin, de Google.
Autoconocimiento
Desarrolla una nueva imagen hecha a la medida de tu nueva meta. Recuerda que vale la pena para alejarte de esas viejas zonas de confort, hábitos, roles y autopercepciones. Al principio puede ser tan difícil como patear un vicio, pero una nueva imagen de ti mismo siempre te recordará por qué estás tratando de cambiar, manteniendo la vista hacia dónde vas.
Una vez que tengas bien definidos los pasos anteriores, dónde estás y a dónde quieres llegar, puedes comenzar tu viaje de reinvención.
Reinventarse y emprender el cambio es importante porque necesitamos adaptarnos a las nuevas exigencias del mundo moderno. Considera el hecho de que el acceso a los recursos es cada vez más fácil; el auge de las universidades en línea especializadas, las plataformas educativas y las comunidades de profesionales son un ejemplo de que la transferencia de conocimientos se ha simplificado. Al volverse asequibles, no solo nosotros podemos aprovecharlos sino millones de personas, por ello es necesario mantenernos en constante capacitación, para poder enfrentar el mundo y sus cambios.
Recuerda que algo que no es flexible es fácil que se rompa, eso incluye a los seres humanos.
Reinvéntate ahora que sientes que ya es momento.
Así como ya te he hablado sobre el liderazgo y de cómo ha cambiando con los años, así también las personas han modificado su forma de desarrollarse en el trabajo. Específicamente, la generación del milenio ha sido tema de discusión porque se han clasificado como un grupo de jóvenes, que aunque inconstantes, están llenos de mucha energía y de ganas de establecer sus propios proyectos, por lo que me he preguntado si los millennials están tomando en cuenta la parte del liderazgo, ¿confían en él?
Para responderme esta pregunta, tuve que investigar antes sus características:
Quiénes son
Los millennials son personas nacidas entre 1980 y 2000. Para ellos, entrar al mercado laboral ha sido duro pues los ha castigado en cierta forma la gran recesión mundial, es decir, mientras sus padres se beneficiaron de un periodo de crecimiento económico, con mejoras en salud, empleos y avances sociales, para las nuevas generaciones lograr trascender en su carrera y mantener sus finanzas estables ha sido un reto.
Quizá ese destino incierto que tienen para su futuro es lo que los ha motivado con gran ímpetu a enfrentar los desafíos que les pone la vida. Hay que admirarles esa pasión y empeño que ponen, siempre hacen todo lo posible por lograr sus metas y entonces los resultados son fenomenales.
Cuáles son sus valores
Los millennials han entrado al mercado laboral con esperanza, entusiasmo y muchas ideas en mente. Su manera de entender el mundo da sentido a un conjunto de expectativas, comportamientos y valores sociales que sobre todo conllevan a la libertad, la conciencia social y ambiental.
Para ellos, la libertad ha determinado su manera de escoger su presente. Han soltado poco a poco todo aquello que los ata: casa, trabajo fijo, tener una familia propia. En cambio, se interesan por lo que los hace sentirse felices aunque sea efímero: viajar, experiencias únicas, practicar distintas actividades y aprender de todo un poco.
Cuáles son sus preferencias
De la mano de sus valores están sus preferencias, este grupo de personas supo adaptarse a las nuevas tecnologías desde temprana edad, viven por disfrutar de las nuevas experiencias y prefieren siempre las actividades interactivas y emocionantes antes que la rutina.
En el aspecto laboral, los millennials no necesitan seguir un código de vestimenta, recuerda que proclaman la libertad y lo que llevan puesto no define sus cualidades y habilidades. ¿Les importa ser líderes? Realmente no es siempre su objetivo, solo si tienen o conocen a un buen líder logran confiar en el liderazgo.
Un líder que será digno de admirar para ellos es alguien que:
Cumple sus promesas
Es respetuoso
Confía en su equipo
Promueve la autonomía
Se acerca a los trabajadores
Fomenta la colaboración
Permite el desarrollo profesional
Brinda feedback
Y aquí un dato interesante, cuando la persona millennial ya se involucró en el mercado laboral y quiere ahora emprender su propio negocio, será un líder que tendrá como prioridad inspirar a los demás.
Qué expectativas laborales tienen
Hemos quedado en que los millennials en el aspecto laboral son o pueden ser excelentes líderes, porque son nativos digitales, personas abiertas a las oportunidades, independientes, curiosas, dinámicas, flexibles y multitareas.
Recién están comenzando a ocupar altos cargos, de hecho para el año 2020 conformarán una tercera parte de los profesionales, esta es una estadística a nivel mundial.
Aquí tomamos también en cuenta a los millennials que nunca han trabajado como jefes más que en su propia empresa. Es probable que desconozcan el sistema de trabajo en el que sus padres se desarrollaron y está bien cuando eso no ha sido su objetivo. De cualquier modo, sus expectativas van orientadas a lo mismo: potenciar las capacidades de ellos mismos y de los demás, están dispuestos a tomar cargos de liderazgo con mayor innovación, siendo idealistas y al mismo tiempo realistas.
No es el dinero su motor ni el reconocimiento asociado a puestos de liderazgo, lo que sí les interesa en el liderazgo es marcar alguna diferencia en el mundo y trascender, en vez de ofrecer grandes resultados financieros. El líder millennial promoverá horarios de trabajo cómodos y amenos, así como las decisiones compartidas; se vinculará más y mejor con las personas, incluso tienen la ventaja de usar a su favor la conectividad y la tecnología -que le permite estar conectado en horas precisas a distancias inimaginables-, logrando hacer negocios a nivel internacional.
Una vez que pude analizar a la generación del milenio y si confían o no en el liderazgo, pude reflexionar también sobre mi trabajo, el hecho de compartir aprendizajes y experiencias con organizaciones de diferentes sectores, en distintas ciudades y con valores y propósitos particulares, me ha permitido analizar a los equipos de trabajo y a las personas en esencia. Siempre me ha parecido un gusto especial sentarme y platicar con los demás, entonces he conocido distintas historias y preocupaciones.
Creo que para que los millennials logren desarrollar el liderazgo hay que retarlos, ellos tienen gran ímpetu por enfrentar nuevos desafíos, lo que les gusta lo hacen con pasión y hacen todo lo posible por lograrlo. El balance entre el trabajo y la vida personal siempre será uno de sus grandes retos.